La importancia de la desinstucionalización

>> sábado, 11 de abril de 2009

Cuando Andrés Manuel López Obrador perdió las elecciones del 2006, intentó un camino alterno conformando el gobierno legítimo de México.

o soy admirador de AMLO y, para tales efectos de ningún otro político, pero si hay que aceptar que, con esta acción el tabasqueño le dio al clavo, encontró la médula espinal del sistema. Su movimiento no resultó lo suficientemente fuerte para salirse con la suya, pero mostró un camino… Cuestionar la legitimidad del gobierno.

Dice Noam Chomsky, que uno de los elementos que sustentan a aquellos que ejercen el poder sobre otros, es que siempre tienen que buscar la forma de legitimar el porqué tiene ese poder.

En una democracia, esa carta de legitimidad se da a través del voto. Es decir que, el argumento que una mayoría votó por tal o cual candidato (aunque esa mayoría solo se haya dado entre una parte de la población, ya que nunca, por diversas razones, puede o acude a votar el cien por ciento de la población) es suficiente para legitimar el ejercicio del poder del candidato ahora oficialmente entronizado en su puesto.

A lo largo de la historia, los poderosos han sido bastante ocurrentes en lo que se refiere a su legitimidad.

El discurso de la "sangre real", el Grial, como lo sustenta Dan Brown en el código Da Vinci y muchos otros es o bastante desfasado o, de lo contario, bastante peligroso.

La argumentación se basa en el supuesto de que Jesús, el fundador del cristianismo, engendró una descendencia con María de Magdala y que algunas familias reales europeas son parte de este linaje. Las monarquías siempre han tendido a legitimarse con la descendencia divina. (Los emperadores chinos eran hijos del cielo, los ayatolas iraníes son descendientes de Ali, el yerno de Mahoma, etc.) En este sentido, la disputa por la legitimidad del poder entre la Iglesia y las casas reales en Europa, se da en torno al argumento "pedrístico" ("Tu eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia" Mt 16,18) y al argumento sanguíneo (cuyos introductores históricos posiblemente fueron los Merovingios).

El argumento sobre el que este discurso resulta desfasado es sencillo. La monarquía en Europa es cosa del pasado y no es de suponerse que aquellos estados que han optado por otras formas de gobierno regresen a ella. Entre las monarquías todavía existentes (Escandinavia, Benelux, Gran Bretaña y España) la norma "reproductiva" ya no es la sangre azul (ya hay varios monarcas actuales y muchos más futuros, que se han casado con mujeres que no pertenecen a la nobleza). Además, estas monarquías en la actualidad fungen como meramente representativas ya que el poder político "real" está en sus respectivos parlamentos.

El argumento sobre el que el discurso griálico resulta peligroso es un poco más difícil de describir e implica toda una argumentación sobre la historia de la humanidad misma. En pocas palabras, se sostiene que nuestro devenir como especie es un producto controlado desde un principio por los seres que nos crearon, unos extraterrestres criminales, los Nefilim de la Biblia, que llegaron a la Tierra y nos concibieron como esclavos. Estos seres siempre han buscado un control total, un gobierno total, y, la cereza del pastel en este logro sería la nueva Jerusalén que quedaría ritualmente establecida en el marco de la olimpiadas del 2012 en la "City of London", y su monarca será el actual príncipe Guillermo (¡Quién es hijo de una virgen muerta en sacrificio, y en el 2012, tendrá la edad de Jesús cuando éste inició su ministerio!).

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Si para aquellos que están el poder siempre ha resultado complicada la cuestión de la legitimidad, curiosamente muy pocos han reflexionado sobre la legitimidad de las instituciones que representan y en cuyo nombre detentan el poder.

En Occidente y, en un orden cronológico, podemos decir que esas instituciones fueron, primero la Iglesia, luego el Estado y desde hace un siglo, más o menos, las Corporaciones.

La etapa del ejercicio del poder predominante de la Iglesia terminó con la Reforma Luterana y desde entonces ha estado en un constante detrimento. Esto, obviamente no significa que la Iglesia en la actualidad carezca de importancia –ni de recursos para seguir ejerciendo el poder. La sigue teniendo, pero ya no lo tiene en todos los ámbitos de la vida cotidiana humana. Además está claro que la Iglesia actual se encuentra en una franca crisis que continuará hasta que no realice un serio esfuerzo de reforma desde adentro. Una buena parte de su discurso ya no tiene impacto, muchos de sus feligreses están "emigrando" hacia otras opciones religiosas e, incluso, internamente –en primera instancia probablemente debido a su insistencia en el celibato-, tiene cada vez más dificultades para captar gente para su sacerdocio y su vida monacal.

Después de una etapa de transición, el poder de la Iglesia fue reemplazado cada vez más por el Estado. Evidentemente, el Estado, en alguna de sus variantes "primitivas", es mucho más antiguo que la Iglesia y de una forma u otra, durante toda la historia ha convivido con ella y esta incluso nunca hubiera podido llegar a tener el poder que tuvo si no hubiera recibido el apoyo inicial del Imperio Romano que a través de Constantino la hizo su religión oficial. Pero ese estado primitivo durante cerca de mil años perdió su poder específico que fue reemplazado por la Iglesia hasta que, iniciando más o menos a partir de la Reforma, surgió una nueva forma de Estado, el llamado Estado Moderno, que la fue superando poco a poco hasta llegar a sustituirla en la mayoría de los aspectos relevantes en la vida cotidiana humana.

El Estado Moderno es el resultado de varios procesos que ocurrieron de forma más o menos simultánea. Por un lado, las monarquías más poderosas de Europa, los Tudor ingleses, los Habsburgo en España, los Borbones franceses, buscaron formas prácticas de concentrar y consolidar del poder a través de burocracias, ejércitos permanentes, la propiedad y repartición de la tierra, la regulación y expansión del comercio, etc. Por el otro lado, el Estado Moderno fue el objeto de estudio y especulación filosófica de toda una serie de pensadores, Maquiavelo, Hobbes, Hume, Bodin, Hegel, Marx, que tuvieron su culminación con los trabajos de Max Weber, quien le dio la definición actualmente prevaleciente: "Un Estado es aquel que detenta el monopolio del uso de la violencia en un territorio bien definido."

Actualmente se puede presumir que estamos viviendo una transición en la que el poder del Estado está siendo desplazado o por lo menos seriamente menguado por una institución de aparición más o menos reciente: la Corporación. Esta transición, evidentemente, es algo serio, que ya preocupa a muchos y preocupa al Estado mismo, pero la impotencia de éste último, debe ser y es semejante a la que debe de haber existido en el interior de la Iglesia hace unos cuantos siglos. En la lista de los 100 poderes económicos más grandes del mundo en estos momentos, 61 son economías nacionales y 39 son corporaciones. Las 25 empresas más grandes de Estados Unidos generan alrededor del 25% de su Producto Interno Bruto. Por primera vez en la historia humana el poder que ejercen las instituciones que no se preocupan en primera instancia por es ser humano mismo sino por sus ganancias están compitiendo seriamente por los cotos de poder. El poder de la Corporación se sustenta en la existencia de un llamado "mercado libre".

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En la sociología del conocimiento se postula que cada construcción social tiene un aspecto de "realidad objetiva" y un aspecto de "realidad subjetiva". En los términos de lo que estamos discutiendo en este ensayo, la realidad objetiva es aquella parte que normalmente vemos y analizamos del Estado, es la parte sobre la que existe un consenso social de que es real y existe: su existencia (incluso podríamos decir omnipresencia), la discusión política (lo que predican los políticos, los partidos, los politólogos, etc.), el cuerpo legal, etc. Mientras nos concentramos en esta realidad objetiva, las cosas no cambian y siguen siendo modalidades de lo mismo. Los cambios, todos los cambios históricos, siempre se han gestado desde la realidad subjetiva, porque esa es la parte donde intervienen los seres humanos individuales, aquí se valen las propuestas, disentir, criticar, ser constructivos.

Al mismo tiempo, la realidad subjetiva actúa de sustento para la realidad objetiva. La una no puede existir sin la otra y, el problema de la legitimidad, en última instancia, es la apreciación de cómo interactúan las dos realidades. Es decir que la realidad objetiva siempre necesita un elemento de realidad subjetiva, previo o actual, para poder realizarse como tal.

En la realidad subjetiva del Estado Moderno es muy importante y relevante la imagen que éste proyecta y transmite a sus gobernados. Para construir esa imagen, el Estado, desde siempre, ha tenido la inteligencia de recurrir a planos más simbólicos que objetivos. La inteligencia simbólica, al ser el lenguaje del inconsciente humano en todos sus niveles, es pues una de las grandes inteligencias que se mantienen ocultas. Es allí donde se encuentra tanto la fortaleza como la debilidad de aquellos que la usan. Para desentrañar el misterio del Estado es apremiante que nos armemos de un alfabetismo simbólico.

Todos los Estados actuales utilizan básicamente cinco elementos que sustentan la realidad subjetiva de la construcción de su imagen simbólica. Estos cinco elementos son: su nombre, su escudo, su bandera, su lema y su himno nacional.

La apariencia objetiva de todos estos elementos se manifiesta de las formas más variadas: Cada uno de los Estados usa identificadores simbólicos. Pero, si penetramos un poco más profundamente en esta parte simbólica y subjetiva, nos damos cuenta que la esencia de lo que han podido utilizar los Estados para construir sus imágenes es bastante limitada.

Veamos, someramente, cada uno de los elementos:

Los nombres. Lingüísticamente estamos tan acostumbrados a que cada cosa tenga su nombre que pocos nos detenemos en desentrañar lo que esto implica. En lo que atañe a los nombres geográficos, este desentrañamiento de implicaciones es incluso menos común que en lo referente a otro tipo de palabras. Es decir, si necesitamos saber el significado de un nombre (palabra) acudimos a un diccionario y nos informamos. Pero en ese mismo diccionario, aun en los más especializados, pocas veces nos encontramos con el significado del nombre de un país, se limitan a decirnos a dónde está ubicado, su extensión y algunos otros datos "objetivos".

La especialidad geográfica que se dedica al estudio del significado de los nombres geográficos es la toponimia y el análisis toponímico de los nombres de los países actualmente existentes nos indica que la variedad simbólica de estos se reduce a una decena de temas.

El significado de la gran mayoría de los nombres de los países actuales es étnico, es decir que el nombre del país simplemente significa "país, tierra, lugar de tal o cual etnia". Casi todos los países cuyos nombres terminan con las sílabas "ia" o "stan" significan esto (Alemania = país de los alamanes; Afganistán = país de los afganos, etc.)

Un segundo grupo de nombres se deriva de los elementos geográficos del país. Estos elementos pueden ser descriptivos (Montenegro = de las montañas negras; Taiwán = bahía de las terrazas), locativos, es decir derivados de la localización geográfica (Australia = tierra austral; Austria = imperio oriental; Sudáfrica = sur de África), derivativos, es decir que reciben su nombre de otras tierras a las que se parecen o que despiertan la nostalgia de sus "descubridores" (Nueva Guinea, Nueva Zelanda, Venezuela = pequeña Venecia) o apreciativa (Zhong Hua (China en chino) = País del centro; México = Lugar en el ombligo del conejo de la luna).

Un tercer grupo es el de los nombres histórico-mitológicos. Aquí tenemos a los países que derivan sus nombres de personajes históricos, de santos o de seres mitológicos (Bolivia = de Simón Bolívar; Filipinas = en honor al rey Felipe de España; España = de las Hespéridas), y los que se derivan de estados históricamente anteriores (Ghana, Mali, Zimbabue, Israel).

Un cuarto y último grupo, finalmente, es el de aquellos países cuyos nombres obedecen a alianzas o intenciones políticas (Estados Unidos de América; Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte; Tanzania = compuesto de la unificación de Tanganica y Zanzíbar; o el de la antigua URSS).

Escudos y banderas. Los escudos y banderas como emblemas representativos de los países tienen un claro origen bélico. Su uso comienza en los albores de la historia de la civilización humana y se universalizó a partir de la era de los Descubrimientos.

Uno de los elementos identificadores de los Estados usados con más frecuencia es la bandera. Las vemos en la "Plaza de las Naciones Unidas" en Nueva York, en los desfiles inaugurales y de clausura de las Olimpiadas y en las ceremonias de premiación de sus deportistas. Ese pedazo de tela multicolor que llamamos bandera, se ha convertido en el gran símbolo del Estado y como tal se ha usado desde formas cuasi sagradas (la ceremonia cotidiana de izamiento de la bandera en el Zócalo de la ciudad de México es, de alguna forma, un ritual de renovación simbólica), de protesta (la quema de banderas por opositores a las políticas oficiales de un Estado), hasta profanos (las banderas de los EU y Gran Bretaña son atuendos mínimos frecuentes en las revistas eróticas y pornográficas).

La ciencia que actualmente estudia a las banderas es la vexilología. Nuevamente una contemplación somera de sus resultados nos permite afirmar que la variedad de las banderas usadas actualmente es solo aparente.

La mayoría de las banderas actuales se derivan de forma obvia y directa de menos de una docena de ellas. Tan solo en la última oleada de independencias de los micro estados del Caribe y del Pacífico han aparecido unos cuántos diseños originales y diferentes.

El "dannebrog", la bandera de Dinamarca, que data del siglo XIV, inspiró a todas las banderas escandinavas y probablemente a las banderas de Inglaterra, Escocia e Irlanda que fusionadas conforman el "Union Jack" o "Union Flag", británico. Esta es la bandera del mundo más influyente en términos de diseño por haber sido la bandera colonial de por lo muchos países actuales.

El tricolor neerlandés (azul, blanco, naranja) que apareció en el siglo XVI, al ser una bandera del movimiento independentista de los Países Bajos de España, inspiró varias banderas de países europeos que a su vez inspiraron el diseño de las banderas de otros países. En la primera etapa tenemos fundamentalmente las banderas de Rusia (que a su vez inspiró las banderas pan eslavas –Rep. Checa, Eslovenia, Eslovaquia, Serbia, etc.), y la de Francia que, al ser la primera bandera producto de una revolución, inspiró las de muchos países más (Haití, México, Irlanda, Italia, Rumanía, etc.).

Los diseños e ideologías detrás otras banderas, la de los Estados Unidos (detentada por Washington en la Guerra de Independencia e inspirada por la bandera de la British East India Company y su escudo familiar) inspiró las de Cuba, Puerto Rico, Liberia, Chile, Uruguay o Malasia; la bandera de Irán es la base de las banderas pan-iranitas de los países de Asia Central Tayikistán, Kurdistán, Omán, y posiblemente la de Afganistán; la bandera de Etiopía, al ser el país africano más antiguo, inspiró los colores pan-africanos detentados por Togo, Mali, Senegal y varios otros. Los colores pan-árabes (Siria, Jordania, Egipto, Iraq, Yemen) se derivan de la bandera que utilizó Hussein ibn Ali durante la infructuosa Gran Revuelta Árabe que emergió durante el ocaso del Imperio Otomano. La creciente lunar de la bandera de éste último imperio sigue presente en la bandera de Turquía, se convirtió en un identificador común para las naciones musulmanas. Por último, en este rubro, hay que destacar la influencia que las banderas de Francisco de Miranda (diseñador de la bandera de la Gran Colombia) y Manuel Belgrano (diseñador de la bandera de Argentina) ejercieron sobre las banderas en el continente americano (Venezuela, Colombia, Ecuador y Bolivia para el primer caso y las banderas centroamericanas para el segundo).

Los escudos nacionales, por el otro lado, tienen poco uso fuera de la demarcación territorial del estado que representan lo que se debe, en parte a las dificultades de diseño (fabricar una bandera es mucho más sencillo que pintar un escudo) y en parte a su uso más bien reciente como emblema nacional. Ya que, todavía incluso en el siglo XX, los escudos nacionales solían ser los escudos personales, familiares e incluso partidistas de sus gobernantes y cambiaban con frecuencia.

Muchos países, sobre todo las ex colonias británicas, han optado por continuar usando el escudo que les fue otorgado por sus respectivas administraciones coloniales y por eso mismo, la tradición heráldica nacional sigue siendo la creada en Europa.

Aunque las variantes en el uso de símbolos en los escudos nacionales es mucho más vasta que la de las banderas, sus diseños son bastante semejantes y la mayoría de los escudos nacionales siguen teniendo los mismos elementos que utilizaron las casas reales europeas desde los tiempos medievales. A saber, el blasón con dos o más portadores (tenantes), timbre (la parte superior del escudo que pude tener varios elementos: yelmos, coronas, burelete, cimera, lambrequín, etc.), condecoración (el elemento en el que se apoya el blasón y los portadores) y un lema o divisa arriba o abajo del escudo. Tampoco ha crecido mucho el catálogo de los símbolos que se utilizan que siguen siendo de unos 300 elementos diferentes con una que otra adaptación regional que se refleja sobre todo en los portadores o tenantes.

Lemas e himnos nacionales. La motivación de trasfondo tanto de los lemas como de los himnos nacionales es la de la "inspiración idealista". Aunque la aparición histórica de los lemas e himnos nacionales es más reciente que la de los elementos simbólicos anteriores, su fuerza motivacional está fuera de toda duda. Al escuchar su himno nacional la actitud de la gran mayoría de las personas cambia inmediatamente. Momentáneamente se hacen solemnes, respetuosos, o simplemente viven la identidad nacional.

El uso de los lemas nacionales no es universal y muchos países (entre ellos México) no lo tienen. La mayoría de los idearios expresados a través de los lemas se derivan e inspiran del lema tripartita de la Revolución Francesa: Liberté, égalité, fraternité simplemente intercambiando los términos, igualdad por justicia, fraternidad por solidaridad o trabajo. Un segundo grupo muy frecuentado es el de la frase programática, siendo las más frecuentes la de "la unidad hace la fuerza" y sus variantes, la bendición divina, un "dios hace algo por el país" o "el país hace algo por dios", y la indicación de que con el trabajo se logra algo.

El primer himno nacional fue el de los Países Bajos compuesto en el siglo XVI, le siguieron el británico "God Save the King (Queen)" 1745 y "la Marsellesa" de Francia (1792). La mayoría de los himnos actuales son alabanzas a los ideales patrióticos, en algunos se recuerda a los héroes del pasado, sobre todo aquellos que lucharon por la independencia y otros describen las virtudes ciudadanas o el paisaje patrio. Muchos de ellos, como el nuestro, invitan a la defensa de la soberanía incluso con el uso de las armas. Otros más son cantos de alabanza a otros emblemas nacionales como la bandera (ej., el de los EEUU). Una tercera categoría es la que se puede llamar el himno patriótico religioso, es decir, que se trata de himnos que son, literalmente, plegarias u oraciones que imploran la protección e interactuación de dios con el Estado, la mayoría de los países musulmanes tienen himnos de este tipo. Una última categoría es una variante de la anterior, en ellos no se implora por la protección de todo el país sino por la de sus gobernantes y es frecuente en los países que aun tienen monarquías.

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Todo esto nos indica que la realidad subjetiva del Estado, en todos los casos, se basa en unos pocos elementos simbólicos que se traducen en una realidad objetiva donde se convierte en una norma inflexible: todos los países, para serlo, tienen que tener bandera, escudo, etc. En la actualidad no parece haber muchas alternativas para el Estado. Esto, por un lado se puede deber al "éxito" de la fórmula estatal, pero también se puede deber a que las formas que ha encontrado el Estado para legitimarse son muy reducidas y por lo tanto se ha controlado el acceso a estas opciones de legitimidad para que no se generen formas alternas al Estado.

El primer aspecto que salta a la vista en la elección de los elementos simbólicos es que, amén de ser subjetiva, siempre se ha hecho desde la perspectiva de aquellos que, en el momento de la elección, formaban parte o se identificaban plenamente con el poder existente, su legitimidad y formas de detentarlo. Por lo tanto, la selección simbólica siempre ha sido parcial, limitada y operada desde el poder mismo cuando ya existía o estaba estableciéndose.

La simbología patria de nuestro país ilustra este punto magníficamente. Tanto el nombre de nuestro país, como nuestro escudo (que está también en la bandera) son de origen azteca. Pero en nuestros días hay medio ciento de grupos étnicos que no son ni aztecas ni nahuas. Durante la colonia y después de ella incluso surgió un grupo étnico completamente nuevo: los mestizos que hoy en día es el mayoritario. Nos decimos una República Federal. Pero solo tenemos representado simbólicamente el centro Tenochtitlán-Ciudad de México. Buscamos una identidad política nacional pero la basamos en una cultura extinta. ¿Alguien todavía se puede extrañar que ese centro se haya convertido en el imán del país, que se haya convertido en una ciudad conflictiva que lo concentra todo? ¿Alguien se puede extrañar que el dicho favorito en el resto del país es: "Haz patria, mata un chilango"? ¿Alguien se puede extrañar que todos los gobernadores eviten lo más posible la influencia del gobierno central si lo sienten como una imposición constante? Parte del discurso sobre el estado fracasado en México, posiblemente se debe a la influencia de la herencia simbólica que nos representa.

Otro ejemplo más contundente y citado de todo esto es, evidentemente, el de los Estados Unidos. La genialidad de sus "padres fundadores" al elegir el nombre de todo un continente para su país no ha quedado sin repercusiones. América y los americanos son ellos, nosotros somos el traspatio, su proveedor de recursos –incluyendo los humanos- y no mucho más que eso. El uso de conocimientos masónicos, herméticos, iniciáticos o como se les quiera llamar en el diseño de bandera, escudo y lema de forma muy evidente permitió que, hoy en día, a pesar de todos los dimes y diretes, las críticas y los apoyos, se hayan convertido en la primera potencia del mundo. Si además tomamos en cuenta que su bandera está inspirada en la de la British East India Company, una empresa cuya finalidad fue la apertura de mercados para los productos británicos, no es lejana la idea de que vean a su país como una gran empresa comercial en eterna expansión, crecimiento y buscando hasta monopolizar todos los mercados disponibles.

La simbología actúa sobre los planos inconscientes. Para eso ha sido diseñada. Para eso se ha usado siempre y la humanidad entera, desde que existe la conciencia del poder y se perfilaron los grupos que lo detentan, siempre ha sido manipulada a través de símbolos.

Los peligros del uso de la simbología y el analfabetismo simbólico son tan grandes, que forman parte intrínseca del primer mandamiento bíblico cuando se nos indica: "No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto" (Ex 20, 2-5). Una segunda parte del primer mandamiento que se suele obviar sistemáticamente. La historia del becerro de oro no es una anécdota, es una realidad cotidiana.

Es justamente a través de este uso, a veces consciente, a veces inconsciente, y siempre "tramposo", de símbolos imitando la tradición milenaria de las religiones, que el Estado, se pudo erigir en institución "legítima" del ejercicio del monopolio del poder. Un poder que, en este mismo sentido monopólico, en tiempos ancestrales era una prerrogativa exclusiva de lo divino.

La trampa, en este sentido, es esta sustitución ritualística y mística de la simbología sagrada por una institución civil instituida para legitimar el ejercicio del poder de unos cuantos. El Dios único se transforma en un politeísmo que se manifiesta en la trinidad institucional de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial y la clase política son sus sacerdotes.

El Estado, sin embargo, todavía no es la peor de las etapas posibles en la carrera por el ejercicio del poder ilimitado. Desde hace un ciento de años tiene un serio competidor que está ganando cada vez más terreno y se nos está presentando de formas cada vez más despiadadas. Se trata de las Corporaciones, de esas entidades anónimas convertidas jurídicamente en personas morales, un término que por sí mismo es quizá uno de los más grandes cinismos legislativos ya que el actuar de estas "personas" ha rebasado todos los cánones morales y éticos pensables.

La corporación, el conglomerado empresarial trasnacional ha convertido la violencia institucional, socialmente aceptable y manejable, en una violencia estructural sin esperanza ni escapatoria. Y es que en la corporación ya no existe el valor humano. El humano para cuya "salvaguarda" fueron creadas esas instituciones monopolizadoras del poder, ha sido sustituido por el imperio de la ganancia.

La corporación aspira adueñarse de absolutamente todo. La tierra, el agua, el aire, el espacio, la vida… Para la corporación la única ética es ¿cuánta ganancia le puedo sacarle a tal o cual cosa?

La corporación literalmente está llevando el futuro de la humanidad al remate de los mayores beneficios. Sí percibe que aún en la extinción todavía se puede sacar alguna ganancia hasta procuraría acelerar el proceso.

Como señalé antes, actualmente, de las 100 economías más grandes del mundo, 61 son países y 39 son corporaciones, pero en realidad eso no es todo. Detrás de cada una de las corporaciones están los individuos que las manejan. En una lista comparativa entre los PIB de los países y las fortunas personales, los tres hombres más ricos del mundo, Warren Buffet, Carlos Slim y Bill Gates, están ubicados alrededor de los lugares 60, dependiendo del listado que se consulte. La posibilidad misma de la existencia de este tipo de fortunas también se debe, en última instancia, a la corporación.

El origen reciente de las Corporaciones lo podemos encontrar en la emergencia de la manufactura industrial de productos aunque, sus antecedentes más remotos son básicamente la cristalización de los bancos como concentradores y monopolistas del dinero y la necesidad cada vez más marcada del Estado mismo de privatizar la propiedad primero de la Tierra y luego de la gran mayoría de las necesidades sociales de servicios e infraestructura con el fin primordial de hacerse de recursos por medio de una forma más organizada y deliberada que es el pago de impuestos.

Al igual que sucedió con las instituciones que detentaron el poder anteriores, la Corporación es, tanto el resultado de la búsqueda de soluciones a un problema real que fue organización de mercados para los excedentes de la producción fabril y agrícola, como el resultado de una serie de reflexiones filosóficas en torno al dinero, la economía y las propiedades de los necesarios mercados.

En la recuperación posterior de toda esta reflexión, sin embargo, se ha solido olvidar los aspectos éticos que la fundamentan. Las citas justificadoras fuera de contexto son una práctica común en este proceso. Si podemos leer en Adam Smith la teoría moderna sobre el funcionamiento del mercado, allí mismo podemos leer sobre sus peligros. Si podemos leer en Karl Marx sobre las relaciones de violencia intrínsecas del sistema, en vez de evitarlas, se institucionalizan en la Unión Soviética. Si John Maynard Keynes nos dice que todo se puede solucionar con recursos del estado, tomamos su recomendación en serio y endeudamos al estado cada vez más, siendo la menor de las repercusiones que generaciones futuras tengan que pagar la factura. Y es que a través de estrategias cada vez más astutas, la privatización de los Bancos Nacionales, el uso de las leyes de la abolición de la esclavitud para demostrar que son personas, el chantaje electorero, las corporaciones se han estado erigiendo cada vez más en el poder detrás del trono que dicta las políticas públicas.

La añeja esperanza de que el mercado sea una institución que beneficia a todos ha resultado vana. Quizá no porque no sea cierta, sino porque el mercado lejos de ser libre, ha sido manipulado a diestra y siniestra por aquellos que tienen los recursos para hacerlo. Lo que se ha quedado en el camino es la abundancia de la tierra, la calidad de la vida del individuo, el tiempo para el intercambio de experiencias entre los miembros de nuestra especie. Hoy en día no somos mucho más que esclavos sometidos a los dictados de estas corporaciones.

La legitimidad de la Corporación por un lado recupera toda la riqueza simbólica que usaron tanto la Iglesia como el Estado antes de ella como lo podemos observar fácilmente en el extenso uso de la imaginería en sus logotipos. Por el otro lado ha usado y malversado toda una colección de argucias legales muy semejantes a las que usó el Estado para quitarle parte de su poder a la Iglesia. Dios se hizo pequeño y manejable, se convirtió en ese papel rectangular lleno de números e imágenes que conocemos como dinero y sus sacerdotes son los billonarios y los miembros de los consejos directivos de las empresas.

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En todos los casos, Iglesia, Estado y Corporaciones, la legitimidad, su transición de unas manos a otras, se ha basado en la trampa y el engaño. Una trampa y engaño tan grande que uno se puede preguntar si realmente existe una separación entre estas tres entidades o si simplemente son la continuación "modernizada" de un mismo poder que ha dictado el devenir histórico humano quizá desde tiempos tan remotos como los de las antiguas culturas de Egipto y Babilonia.

El poder sobre otros no se puede ejercer, de ninguna forma, si esos otros no aceptan "voluntariamente" ese ejercicio de poder. Puse el voluntariamente entre comillas porque me parece que una de las preocupaciones principales de los detentadores del poder a lo largo de la historia es lograr convencer a la gente de que efectivamente están voluntariamente de acuerdo con su ejercicio del poder y con la legitimidad de las instituciones que inventaron para ello. Parece ser que eso es una ley humana inviolable.

El problema, en este sentido, es tratar de dilucidar no solo como se ha logrado ese convencimiento, sino, sobre todo, que tan legítimas resultan las herramientas que históricamente se han usado para lograrlo.

No se requiere de un profundo análisis para detectar que esas herramientas históricamente han sido cuatro, las mismas que el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt presentó en su discurso histórico al Congreso de los EEU el 6 de febrero de 1941 y que, gracias a los esfuerzos y la participación de su esposa Eleanor, han quedado asentadas en segundo párrafo del preámbulo de la Declaración de los Derechos Universales de las Naciones Unidas: "Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias.

El sembrado de temor, la perpetuación de la miseria, el control de la palabra y de las creencias, históricamente han sido consistentemente usadas por aquellos que están en el poder no solo para legitimarse sino, incluso, para poder ejercer el poder mismo. Esta situación se exacerbó durante la disyuntiva de la Segunda Guerra Mundial y los horrores del fascismo, una situación que le dio contexto al discurso de Roosevelt, pero que en esencia no es, ni fue algo nuevo y, lo que es aún peor, se sigue usando sistemáticamente hasta la fecha.

Si hasta ahora la situación ha sido más o menos tolerable, se debe, básicamente, a que el grado de sofisticación con el cual se han podido aplicar estas herramientas de control-consenso-legitimidad ha estado limitado y siempre, de alguna forma, han existido recovecos que permitieron que seres humanos individuales y hasta colectivos humanos completos hayan podido escapar y zafarse de los controles (hasta ahora tristemente solo para caer en esquemas de control matizadamente diferentes).

Hoy en día, sin embargo, en muchos sentidos se están presentando alternativas de control mucho más sofisticadas y peligrosas. Estas alternativas se están gestando, sobre todo, en varios ámbitos tecnológicos y resulta apremiante que la humanidad como un todo se haga consciente y responsable para que esos peligros que nos acechan no cobren vida en una versión mucho más sofisticada de lo que George Orwell se atrevió a presentar en su 1984.

Enumerar todos y cada uno de los peligros existentes rebasa tanto mi capacidad como los límites de espaciales de este ensayo, sin embargo, si quiero señalar brevemente algunos de los que me parecen más agudos y apremiantes.

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Una tendencia natural en aquellos que detentan el poder es el creerse superiores o por lo menos más especiales que el resto de los seres humanos. Esta creencia de superioridad se ha manifestado de múltiples formas a lo largo de la historia y se ha cristalizado concretamente en muchas de nuestras actitudes sociales. La superioridad de una religión (la nuestra) sobre todas las demás, el creer que nuestro país es el mejor de todos o hasta rivalidades tan aparentemente triviales como las que se fomentan entre empresas competidoras (los azules de la Pepsi vs los rojos de la Coca Cola, etc.) son tan solo unos cuantos aspectos visibles de estas actitudes por cuya culpa han muerto millones de seres humanos a lo largo de la historia.

Parte de la dinámica del ejercicio del poder, evidentemente es la eliminación de todos aquellos elementos que puedan ser, son o se perciban como una amenaza. Los detentadores del poder jamás han escatimado esfuerzo alguno para lidiar con esas amenazas y tampoco no han sido demasiado escrupulosos si esto implica matar a seres humanos, llevar a la quiebra a empresas competidoras o matar contaminando a la Tierra misma.

Hoy en día, las nuevas tecnologías militares, sobre todo aquellas armas que son silenciosas y están dirigidas directamente a la eliminación de seres humanos sin afectar gravemente las infraestructuras como la bomba de neutrones, las armas químicas y biológicas y las armas basadas en ondas de energía, le están dando herramientas al poder donde, por primera vez, resultaría posible matar a una buena parte de la humanidad sin poner en entredicho la supervivencia de la vida misma.

Estas tecnologías, combinadas con ideologías como la de la eugenesia (oficialmente abandonada después de sus aplicaciones prácticas por los nazis), por primera vez podrían permitir técnicamente a los grupos en el poder ejercer el papel evolutivo de la selección natural.

Ante la creciente problemática de la explosión demográfica no sería de extrañarse que tarde o temprano, alguno o varios de esos grupos encuentren las formas de justificar ética y moralmente la aplicación selectiva o masiva de esas tecnologías para exterminar a partes completas de la especie humana.

La revisión de estas tecnologías e imponer candados para su uso, incluso antes de que alcancen su desarrollo pleno de los ámbitos militares, es más que urgente.

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Las intensas investigaciones sobre la mente humana, su funcionamiento y las formas como el cerebro interviene en este proceso, también han visto surgir toda una serie de tecnologías que potencialmente le permitirían el control mental masivo a aquellos que detentan el poder.

Dada la secrecía con la que hasta ahora se han manejado estos avances tecnológicos y la gran cantidad de especulaciones que se han generado en torno a este tema, no podemos decir todavía con mucha certeza si el control de la mente humana por medios tecnológicos es posible, aunque es un hecho de que muchos grupos en el poder están seriamente interesados en que esto se convierta en una nueva herramienta real para ser utilizada.

Hay que recordar que los grupos en el poder ya tienen una vasta experiencia en estos menesteres. La manipulación de la mente humana por medio del miedo y el instinto de la supervivencia tienen una larga historia. El control de la mente ya se está ejerciendo desde un sin número de instituciones siendo las dos más relevantes la escuela y los medios de comunicación.

Hasta donde es conocido todavía no hay formas significativas de hacerlo por medios tecnológicos pero su potencial ciertamente está allí. Propuestas como el micro chip identificador subcutáneo, la hipnosis con señales que se transmiten por teléfonos celulares, señales de radio que "desactivan" el pensamiento, la programación subliminal visual y otras sospechas pueden bien ser un peligro inminente.

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Si los dos peligros anteriores mencionados parecen todavía lejanos para la realidad mexicana, existe uno, que definitivamente si debería de preocuparnos y ya nos está afectando en varios sentidos. Me refiero concretamente a las diferentes opciones químicas y biotecnológicas que están afectando no solamente la forma como nos alimentamos sino como producimos nuestros alimentos.

Es un hecho de que el ser humano no puede subsistir sin el diario alimento. El ser humano, como animal, ha sido un buscador y cultivador nato de opciones alimenticias. A esta forma de ser se debe que nuestra especie esté esparcida por todo el planeta Tierra. Durante milenios los seres humanos nos procurábamos el alimento en esquemas de producción agrícola y hortícola básicamente locales. El traslado de grandes cantidades de alimento de un lugar a otro es un fenómeno relativamente reciente e incluso aparece tardíamente como una opción de productos comercializables y producibles a gran escala. Con esta opción aparece la figura del monocultivo, el cultivo destinado no a alimentarnos sino a ganar grandes cantidades de dinero. Los monocultivos pioneros en este sentido son la caña de azúcar y el café.

El uso de agroquímicos y la reciente introducción de las semillas transgénicas están cuestionando seriamente no solo las formas milenarias de cómo ha ocurrido nuestra alimentación sino sobre todo como la estamos produciendo. Nos estamos dirigiendo aceleradamente a convertirnos en una especie que, al igual que los animales, se alimenta y depende de unas pocas fuentes alimenticias. El 70% de nuestra alimentación global ya depende de únicamente 8 cultivos. De estos 8 cultivos, 5 ya han sido modificados genéticamente (soya, maíz, arroz, trigo y jitomate) y su cultivo, sobre todo el de la soyay el maíz –el trigo y el arroz han encontrado mucha resistencia para ser introducidos-, a nivel mundial se está incrementando exponencialmente.

El problema es que las tecnologías agroquímicas y biotecnológicas pueden ser patentadas por las compañías que las introducen y monopolizan en el mercado. El campesino del futuro dependerá completamente de los intereses económicos de esas compañías y es previsible que a través de esos controles de lo que se cultive y coma los grupos en el poder puedan manipular mucho más que la sola agricultura…

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Un último tema que quiero discutir en este contexto es el de la energía. Nuestra sociedad ya no es concebible sin el uso de grandes cantidades de energía. Desde que se propusieron las primeras tecnologías de acceso a la energía, éstas siempre han estado ligadas a la obtención de enormes cantidades de dinero generando simultáneamente la peor catástrofe ecológica de todos los tiempos. Sin embargo, desde esos mismos albores y con cada vez más insistencia se ha propuesto y encontrado soluciones de obtención de energía diferente y accesible con costos mínimos de inversión. Fuentes de energía que literalmente son gratuitas y con toda probabilidad incluso ecológicamente limpias.

La ignorancia energética impuesta a la humanidad es una de las manipulaciones más grandes del siglo XX. La dependencia humana de aquellos poderes, ya sean gobiernos, ya sean corporaciones es la esclavitud velada más significativa que padecemos actualmente.

A través de las políticas mundiales de las opciones energéticas se ha ido acentuando cada vez más la disparidad entre el norte y el sur, entre la cárcel urbana y la libertad rural. El manejo de la energía es tiránico en más de un sentido, siendo un ejemplo muy claro de ello la persistente negativa del gobierno mexicano de permitir que la iniciativa privada, a pequeña y gran escala produzca su propia energía, y ya es hora de que masivamente nos liberemos de estos esquemas.

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"El gran enemigo de la verdad muchas veces no es la mentira - deliberada, confabulada, y deshonesta - sino el mito - persistente, persuasivo, e irrealista." (John F. Kennedy)

La lucha contra los esquemas del poder actualmente existentes para recuperar la libertad humana es, en parte, una lucha contra la mentira y, en parte, una lucha contra el mito. Esta lucha, por lo tanto tiene que darse en varios frentes y las armas sociales para hacerlo existen y forman parte del equipamiento natural de todos y cada uno de los seres humanos.

En cualquiera de estos frentes, la lucha inicia con la exposición. Exponer las mentiras requiere de datos duros, de hechos que apelen a la razón para que despierte la conciencia. Exponer los mitos resulta un poco más difícil, pero la clave para ello es el alfabetismo simbólico que nos proporciona las herramientas para desentrañar los esquemas que se encuentran escondidos detrás de la mística del poder y sus instituciones.

Solo con la exposición clara y permanente de las maquinaciones institucionales de la mentira y del mito puede despertar una verdadera lucha contra los sistemas que mantienen esclava a la humanidad. Una segunda etapa, gestada a partir del despertar, es aprender y actuar la conciencia de que nadie tiene que entregar su poder a nada ni a nadie.

Para los seres humanos vivir en sociedad es, al mismo tiempo, una bendición y un sacrificio. Mientras las bendiciones y los sacrificios se mantengan en equilibrio o incluso a favor de lo primero, no existe ni peligro ni malestar alguno. En el momento que la cosas, como está sucediendo actualmente, se desequilibren a favor de los sacrificios, estamos en problemas. Las sociedades no tienen porque cargar, "sacrficadamente", los costos que se generaron por los intereses de unos cuantos. Es hora de que se replanten cosas tales como los daños ecológicos, los costos externalizados, los costos de las infraestructuras necesarias para la fabricación y distribución de productos, los costos de salud –sobre todo el cáncer- que se generan por el uso excesivo e irresponsable de químicos en los procesos de manufactura y se obligue a pagar a aquellos que los generan y se deje de exonerarlos y hasta premiarlos con grandes descuentos fiscales.

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En todas las manifestaciones de la ciudad de México se grita una y otra vez la consigna "el pueblo unido jamás será vencido". Es la consigna más poderosa que podemos usar en la lucha contra las cadenas del poder. Desde los tiempos de Julio César, por lo menos, los propietarios del poder le han temido a esta consigna y han hecho todo lo necesario para impedir que se vuelva en su contra.

Una variante de esta división artificial entre nosotros en nuestro México actual es la creación de una paranoia de inseguridad con el consecuente aislamiento que producen las horas y horas que nos la pasamos sentados frente a los televisores encerrados en nuestras pequeñas viviendas de interés social alimentando cada vez más la paranoia de la inseguridad y siendo cada vez más propensos al control social ejercido por los medios de comunicación.

No hay nada que pueda dar seguridad a la vida. Mucho menos podemos esperar que el gobierno, sea del color que sea, solucione este problema para nosotros porque es el mismo poder el que está sembrando esta inseguridad entre nosotros. Es una simple táctica de dividirnos, una táctica tan vieja que no apesta a rancio solo porque está disfrazada con otros perfumes.

Para convencernos de nuestro propio poder, del poder de la gente y su inefable eficacia, bastaría con estudiar un poco de historia. Nadie la estudia, nadie la enseña por el simple hecho de que de la historia podríamos aprender demasiado y, aprender demasiado evidentemente es muy peligroso.

En estos tiempos, en los que la confabulación entre los poderosos rebasa todas las fronteras nacionales es completamente vano y ocioso esperar que las soluciones vengan desde aquellos que son responsables del problema en primera instancia. Esperar que los gobiernos solucionen las cosas es la forma más eficaz que ha inventado el poder para mantenernos callados y sentados en el interior de nuestras casas viendo la tele acompañados de palomitas de microondas, papas fritas y sopas instantáneas.

En estos mismos tiempos, por el otro lado, también tenemos, quizá por primera vez en la historia, acceso a la mejor arma que nos pudieron haber dado. Esa arma es la información. Su manifestación concreta está en esa maquinita con pantalla y teclado llamada computadora. El Internet está lleno de balas que terminarán por desbancar al sistema. Solo es cuestión de buscar y encontrar los gatillos.

La lucha por la libertad humana en la actualidad es tan compleja que se tiene que dar en muchos frentes. Ya no es esa guerra revolucionaria del pasado que derrocaba a un gobierno para reemplazarlo por otro. Cada uno de nosotros se puede hacer un soldado en cualquiera de esos frentes, y hasta nos podemos dar el lujo de inventar frentes nuevos. El único móvil necesario para ser soldado es el enojo que lleva a la pasión. Esa pasión que contagia y hace que las barreras se derriben solas. La pasión es el poder omnipotente que vive en el interior de cada uno de nosotros y hace que podamos mover montañas. No importa con que te apasiones, lo importante es que actúes esa pasión para que las cosas sucedan. Si todos los seres humanos realmente nos apasionáramos con una sola cosa, no habría poder suficiente para mantenernos en la situación en la que estamos. El pequeños problema que todavía nos mantiene lejanos de los verdaderos cambios es muy pocos de nosotros estamos realmente enojados.

Los poderosos evidentemente han comprendido esto y nos alimentan con enojos y apasionamientos de diseño: el fútbol, la última telenovela, Harry Potter y Crepúsculo, ir de compras a McAllen o visitar a Mickey en Disneylandia. También nos alimentan con cosas que evitan el apasionamiento: el alcohol, las drogas, la enfermedad, la falta de dinero.

Por si todo esto no fuera suficiente, existe un arma de combate todavía más peligrosa y efectiva. Históricamente es la primera que nos fue quitada y es aquella que constituye la base de todas las religiones actualmente existentes.

En las últimas décadas han surgido y resurgido por todas partes enseñanzas que sumariamente se pueden considerar místicas o esotéricas. No pasa día alguno en el que uno no se entere de alguna de una propuesta nueva. La variedad es impresionante y, sin embargo, en toda esta variedad hay un tema común. Ese tema es que en todos y cada uno de nosotros existen poderes latentes, dormidos, o incluso sistemáticamente reprimidos por la cultura en la que vivimos, que nos permiten descubrir, redescubrir y explorar los caminos más insospechados.

Cada uno de nosotros no solo puede, sino incluso tiene la obligación de desarrollar estos poderes. Desde todos los rincones de la Tierra, desde todos los escritos místicos, filosóficos y religiosos, desde todas las enseñanzas antiguas y modernas, nos están gritando que esa es la razón para la que los seres humanos fuimos creados.

Todos y cada uno de nosotros es un sanador, un comunicador telepático, un puente energético multidimensional, una antena de abundancia, un vidente, profeta, un talento con potencial ilimitado. Vivimos la vida sumidos en el sueño del hábito y la rutina. Despertar es la consigna del momento.

Ese despertar masivo es la ruina de aquellos que se han auto adjudicado el papel de ejercer el poder sobre nosotros. La buena noticia es que ese despertar se está dando. Solo hay que mirar atentamente alrededor de nosotros. En esta carrera por el despertar el individuo ya tiene una ventaja insuperable sobre las instituciones del poder. Mucho de lo que está sucediendo actualmente son manifestaciones claras de las patadas de ahogado de estas instituciones. Están en una evidente crisis de la que ya no tienen salida. Ya no hay muchos que se dejen engañar y controlar. La masa crítica para que las cosas cambien se está conformando inexorablemente.

¿Por qué y cómo será reemplazado el ejercicio del poder en nuestro no tan lejano futuro? La respuesta es una sola, por una forma que dentro de nuestros modos viciados de ver las cosas todavía resulta imposible de comprender y dilucidar, por una forma donde incluso la palabra libertad se queda corta.


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